16 septiembre 2018

El perfume de los naranjos




Mi abuela no  sabía escribir su nombre.
Un  alfabeto personal  le daba forma
a todas las cosas:
árboles
pájaros
gallinas ponedoras
once hijos.

Sabiduría era
conocer  el relincho que presagia la tormenta
distinguir la fruta más dulce después de la helada.

Yo, que estudié Letras
viví en la ciudad
y no tuve  hijos,
corto al medio una naranja
y en algún triángulo de pulpa
soy mi abuela por un rato.

Una naranja es  un sol a la hora del crepúsculo. 
La dulzura jugosa  conserva  el perfume
de las hojas húmedas después de la helada.
Puro sabor
sin letras
sin palabras.

01 septiembre 2018

Los barcos que empuja el azar

Él se lo repitió. El viaje en barco había sido tan irreal como los sueños. Para convencerla, buscó el libro y abrió frente a ella la página en la que se mencionaba ese lento vaivén de la nave sobre las aguas dormidas. Aquellas líneas hablaban, también, de la cabeza de Medusa petrificada en la proa, de la brisa suave acunando el barco. Pura invención.

Ella no lo escuchaba. Veía, sobre la mesa, en las páginas del libro abierto, un barco sacudiéndose sobre las olas furiosas. Veía la proa rasguñando el agua, cortando el cielo.

Él se fue y ella se quedó sola, pensando en la luna remontándose de a poco sobre la cabeza de Medusa electrizada de mar. En la pared de atrás, la foto enmarcada de un barco resplandecía como un faro.

22 diciembre 2017


La siesta provinciana


Vengo de una provincia

de siestas blandas y suaves

días partidos al medio

tardes de horas puestas

a secar en la soga

del patio de atrás. 


A los seis años

el tiempo de robar las galletitas

de la caja de arriba

sin ruidos ni huellas.

Mamá no sabe. Duerme.


La siesta es

un paréntesis en la mitad

de una frase enrevesada.

La pausa necesaria para tomar aire

y amanecer otra vez.

La ciudad suspendida

entre los pliegues de la almohada.


Y qué si la vida es un montón de siestas

que robó una mano chiquita

de la caja negra de los mandados 


y qué si la muerte es una siesta larga
de la que nadie te venga a despertar.



16 julio 2017

Tengo afición por el huevo pasado por agua. Por apresar el gusto de la yema tibia, líquida, casi cruda. El huevito de la infancia que mi mamá me servía en una taza diminuta, apenas deshilachado en la superficie.
Pero mientras el huevo se agita entre las aguas, corrijo prácticos, leo, escribo, salgo a descolgar la ropa. Nunca llego a tiempo para la cocción acotada. Termino conformándome con la consistencia rígida de un solcito que emerge de una coraza blanca y que, mientras rueda sobre el plato, me reprocha la solidez de mis despistes.
 
Artista: Edwin Giovany Vacaro Buezo (Guatemala)
 

24 junio 2017

Sobre mis zapatos

En esta ciudad aprendí a correr detrás de los bondis, trepar a saltos las escaleras, esquivar los charcos de la calle, acelerar el paso en las avenidas, ondular entre la gente y las máquinas, pisar baldosas flojas, zapatear sobre el chasquido de las hojas secas, seguir la procesión de la salida del subte, trotar, siempre trotar, trancos altos y largos, vamos que se hace tarde, muy tarde, no hay tiempo para darme vuelta a mirar quién me pisa los talones.
 
Me volví joven y ágil, me amoldé tanto a mi propia estatura que guardé los tacos altos en algún rincón olvidable. Me fui a andar al ras del suelo y del tiempo.


30 abril 2017

Masificados y enlatados



Después de escuchar las primeras noticias sobre las muertes y femicidios de todos los días, llega el momento de ensardinarse. La máquina chirría y la gente se prepara para el salto. Las puertas se abren, reciben a la masa de gente que empuja, aplasta, retuerce.
Los cuerpos de chicle se amoldan a la casilla. A veces alguno tironea y un pedazo de masa se desprende del resto. Sube, entra al horno y termina de desintegrarse.
También está lo bueno, lo mágico. Nadie sabe qué estás ahí, ni siquiera el chofer de la máquina. Alguien viaja en el vagón de al lado e ignora que estás. Ni vos ni el otro saben de sus respectivas existencias, no se vieron nunca las caras y, sin embargo, viajan juntos.
-Parecen sardinas, boluda, ¿viste?- le comenta un pibe a una piba, mientras mira cómo la máquina pasa repleta y los deja esperando en la orilla.
Se escucha un nuevo verbo con pronombre adosado: ensardinarse. Alguno dice, por ejemplo, “No pienso ir a ensardinarme a (nombre del lugar), ya me ensardino todos los días en el subte”.
La máquina frena en la última parada. Alguien abre la lata de sardinas . El aceite se expande sobre los rieles. Los lubrica y los prepara para el próximo viaje estelar de la máquina compresora.

24 marzo 2017

La suerte fue echada

Cuando vio que todos los números de su billete de lotería coincidían con los de la publicación, dejó de pensar que el mundo y la suerte siempre le daban la espalda.

Buscó entre sus bolsos el adecuado para transportar la ganancia. El elegido fue un maletín de lona, mediano, que le permitiría hacer pensar a la gente que era un profesor de secundaria, llevando a clases los libros y apuntes para sus clases.

De la agencia de lotería salió con dos cheques, directo al banco. Pronto su antiguo y rotoso maletín de lona negro se transformó en el  recipiente contenedor de la fortuna que nunca se hubiese imaginado tener.

Estaba feliz. Lo único que alteró un poco su felicidad fue descubrir un agujerito diminuto en la lona del bolso. Temió  que algún transeúnte atento pudiera advertir la existencia de un billete tras el pocito de lona. Seguramente todo era producto de una paranoia lógica, nunca había andado por la calle con tanta plata. Esa misma paranoia que pronto lo llevó a sentirse acechado por sombras que lo rodeaban, que caminaban detrás, zigzagueando tras sus pasos. De golpe sintió que algo lo tironeaba.

Llegó por fin a la puerta de su casa. Estaba agitado; había corrido. Sintió que una especie de cordón elástico le rozaba la mano, y entonces vio aquello que lo había hecho pensar en una persecución para un robo. Era un hilo negro, un grueso hilo negro que le envolvía la mano, bajaba y se extendía en olas en el lugar en el que debería estar el bolso. Hilacha. Solamente hilacha  dispersa en la vereda, en la calle. Del dinero, no quedaban ni rastros.                       

02 marzo 2017

El último corso


Fue durante un carnaval. Yo tenía 13 años. El corso se hacía sobre la avenida Ibazeta -en la ciudad de Salta- y mi casa estaba cerca. Con una amiga decidimos ir pero, antes, dar unas vueltas por los alrededores para comprar chicles y lanzanieve. Cuando doblamos en una esquina,  nos topamos con un grupo de muchachos.  Eran como diez. En cuanto estuvimos a la par de ellos, comenzaron a gritarnos groserías.  Cuando advirtieron nuestro amague de bajarnos a la calle, nos rodearon y nos tocaron el culo. A mí me agarraron unos cinco y a ella otros cinco, y nos manosearon. Después se alejaron, riéndose a carcajadas.
No se usaba denunciar ni contarle a nuestras mamás. En esa época, nos enseñaban a aguantárnosla y a no hacer ni decir nada,  porque “podía ser peor”,  es decir, el tipo podía enojarse, y un tipo enojado era propenso a  golpear  y a matar, eso estaba comprobado. No había que hablar, además, porque por qué tuvimos que andar solas por ahí, tendríamos que haber sabido que era peligroso.  Desistimos de ir al corso; volvimos a nuestras respectivas casas. Nunca más volví a ningún corso.
No fue la única vez que me tocaron el culo en la calle. No fue la única vez que me faltaron el respeto. Todas las veces la misma impotencia, la misma rabia. De todas formas, qué suerte que lo que me pasó no fue nada, a la par de lo que viven otras mujeres. Qué suerte.

24 febrero 2017

Lo lindo de ser ama de casa


Mi amor: Te dejé las cosas listas, como siempre. Las camisas en el placard, planchadas, con la bolsa de plástico para que no las toque ni una pelusita. La comida, en la heladera. Te hice pollo a la naranja con arroz, tu comida favorita. Las naranjas son las más agridulces que encontré en el mercadito, como a vos te gustan. Para acompañar, un refresco especial de menta, limón y palo amargo. Te va a encantar.
Yo salí a comprar un digestivo porque me duele un poco la panza. Se ve que las frutillas con crema de ayer me hicieron mal.  Te prometo que no tardo, no te enojes como la otra vez.
Aprovechá que vas a estar un rato solo, tranquilo, y quédate en el sillón, viendo el partido. Yo vuelvo enseguidita. Si te duele un poquito la panza y te dan unas puntadas, y sentís que el estómago se endurece, esperáme que ya voy con el digestivo.
Quedate en el sillón, quieto, lo más quieto posible, mientras cae la noche y yo regreso a casa.
 

20 febrero 2017

EL REMEDIO PARA RESPIRAR


Iba con mi papá por un caminito escarpado. Tenía 9 años. Subíamos un cerro pequeño de Cachi, un pueblo calchaquí de la provincia de Salta. Íbamos en busca de una vaca lechera.
Mis padres ya habían probado con el Decadrón, la Teosona, el Respimex, el vapor de eucaliptus, el té de penca, el vino Abuelo con huevo crudo por las mañanas,  pero yo no me curaba. Un día escucharon que para terminar con el asma lo mejor era  darle de beber, al  afectado, un vaso de  leche "al pie de la  vaca". Por eso fuimos con papá, durante esas vacaciones en Cachi, en busca de la vaca lechera que me iba a curar.
Había una casita en la cima, un corral grande con animales, una vaca negra y blanca, como las de los dibujitos. Un señor la ordeñó y me alcanzó un vaso de plástico con el líquido caliente. La leche era un torrente de sal espesa y grasosa. No recuerdo si tomé el vaso entero.
A los 14 años tuve mi último ataque de asma. Un día iba a curarme, y me curé.  Mis padres y sus artilugios para terminar con mi asma me enseñaron que es necesario hacer todo lo posible para tratar de estar bien, para curarse. Sé que tengo que salir siempre en busca de la vaca lechera,  por más que el cerro esté lejos y sea un poco difícil de subir. Sirve para curarse por dentro, para respirar al fin.

Pintura de DIDIER FRANCO (Colombia, 1974)  
 

17 febrero 2017

LAS VUELTAS DE LA VIDA SON VUELTAS DE LLAVE


Tenía la costumbre de cerrar la puerta con dos vueltas de llave, alejarse, sentir un tironeo inoportuno que lo obligaba a girar la cabeza, regresar, poner de nuevo la llave en la cerradura, corroborar, volver a salir.

A veces volvía después de haber caminado algunos metros. Otras, retrocedía cuadras enteras. Con frecuencia iba y volvía sin parar y entonces llamaba al trabajo o a los amigos para avisarles de un malestar imprevisto. Cómo explicarles que se había demorado cerrando una puerta ya cerrada. Lo alteraba adivinar la mirada ciega de la cerradura, siempre acechándolo.
 


 

11 febrero 2017

Pity


Un chico de unos 25, en plena calle de Parque Patricios, le grita a otro:

-¡Eh! ¿Viste la foto del Pity con la camiseta de Independiente?

-No, che.

Se reúnen sobre la vereda.

-¿Tenés celular? Buscala, buscala. Poné “Pity con policía”

Yo estoy a unos metros, bajo el alero de un negocio que vende productos para el pelo. Estoy escribiendo un mensaje mientras los escucho.

-Mejor poné “Pity con camiseta”

El otro sigue buscando, con paciencia.

-Mejor poné “Pity en calzoncillos”

El otro sigue buscando.

-O poné “Pity Álvarez, con calzoncillos y abrazado a policía”

El otro sigue.

Es una foto de Pity Álvarez, cantante del grupo de rock Viejas Locas e Intoxicados, en calzoncillos, con la camiseta del Club Independiente, una zapatilla de cada color y abrazando a un policía. Busco a los chicos para contarles que encontré la foto, pero veo que, sobre la vereda, ya no hay nadie.

  

 

26 diciembre 2016

Subte

La gente sale del subte como un puñado de bolillas descoloridas, que se desparramó al chocar contra el piso la caja que las encerraba. 
Se parecen al ganado bovino buscando su lugar en la fila de acceso al matadero.
La gran diferencia entre la gente y las vacas es que los animales no saben que los van a matar. La gente, sí. Por eso la mirada triste, siempre hacia abajo. Por eso el apuro.   

08 diciembre 2016

USA

Desde mi lugar en la fila, la escucho. Es una voz femenina fuerte, autoritaria. Sale de la ventanilla del medio en la sección de entrevistas para la VISA a los Estados Unidos. Dice "Lo siento mucho, su VISA no puede ser otorgada". El sentenciado gira para irse, apesadumbrado. Es un chico joven, bajito, muy morocho.
Me ataca otra vez ese sentimiento escandaloso, que me apaleó tantas veces en la vida, hasta casi matarme. El miedo atávico a ser rechazada. ¿En qué momento se me ocurrió intentar tramitar un permiso para viajar a los Estados Unidos? Como si no supiera sobre la rigidez las políticas de migración en Estados Unidos. Como si no supiera cómo soy yo, morocha, petisa, con cara de musulmana, de hindú y de indígena.
La vicecónsul en función de malvada es idéntica a Beatriz Sarlo. Así de bella, así de pomposa con su pelo completamente blanco y sus ojos cristalinos y profundos. La vicecónsul y Sarlo me inhiben completamente. Me recuerdan la debilidad de una simple e ignorante mortal ante la dueña de toda la belleza y la sabiduría de los años de estudio.
Por eso cruzo los dedos para que no me vaya a tocar con ella. Pero la sucesión de gente en una fila de acceso a cinco ventanillas es un foco candente de puro azar e imprevisibilidad. Me toca con la señora Beatriz.
Me hace las correspondientes preguntas. Sonríe mientras me dice que estoy aprobada. Salgo contenta y aliviada. Recién mucho más tarde, me doy cuenta de que aprobé la VISA y no un examen de Literatura Argentina. Algún día tendré que resignarme para siempre a mi ignorancia en la materia.          
   

31 octubre 2016

Taxi


En Salta, los que tenemos auto rojo convivimos con el problema de que nos paren por la calle creyendo que somos un taxi.

El jueves pasado, a las once de la noche, mientras pasaba con mi auto por la calle General Güemes al  800, vi, como tantas veces, el brazo en alto de una mujer. Como tantas veces, no paré, pero alcancé a distinguir la figura de otra mujer que apareció por detrás de la primera, de un manotazo se le prendió de la parte trasera del buzo y la tironeó con fuerza. Asistí a las últimas imágenes de la pelea por el espejo retrovisor. Eran dos chicas jóvenes. Una de ellas tironeaba y pegaba con más rabia; la otra trataba de defenderse.

Paré. Estaba a unos metros y no alcanzaba a ver a las chicas por los autos estacionados delante de ellas. Comencé a retroceder lento. Pensaba llamar al 911 si lograba ver que la pelea seguía.

De repente vi que la chica que me había hecho señas (a esta altura ella era “la agredida” y, la otra, “la agresora”) había cruzado la calle corriendo y se había escondido detrás de una chapa vertical que protegía una obra en construcción. Ahora estaba frente mío, a unos pocos pasos atravesando la calle.

Entonces decidí que no siempre tengo que ser tan lenta para reaccionar ante las situaciones engorrosas. Tras un ramalazo de extraña lucidez, tuve una idea: hacerme pasar por taxi. Toqué bocina y, cuando la chica me miró, hice un gesto con la mano para que subiera. La chica llegó corriendo, pero cuando estaba a punto de subir, apareció la agresora. Imaginé una escena en la que la agresora se tiraba sobre los asientos delanteros de mi auto y nos agarraba a  piñas y a arañazos a mí y a la chica agredida. Pero nada de eso pasó. La agresora dijo algo, la agredida también dijo algo que no alcancé a escuchar y luego subió al asiento de adelante. La chica agresora dio media vuelta y se fue. Mi ahora copiloto estaba agitada y aterrorizada. Temblaba. Comenzamos a andar y recién a las cinco cuadras pudo decirme dónde vivía. Era para el otro lado.

-          Gracias por salvarme. No es la primera vez que me pega. Esa chica está loca. Hoy fue peor. Parece que no tomó la pastilla - me dijo. Y fue lo único que pronunció sobre el caso.

La dejé en la puerta de su edificio y me fui. Al llegar a casa, pensé en que a veces está bueno ser un poco taxi.  Durante el trayecto hasta mi casa, no pude pensar en nada. Me costaba aferrarme al volante; temblaba.

23 septiembre 2016

LOS OJOS DE LOS CARANCHOS

Siempre la mirada del viejo pegada a mis piernas. Todas las mañana igual, los ojos puntiagudos trabándome el paso mientras camino hacia el colegio. Me da miedo. Pero si no uso el uniforme de pollera tableada y corta,  la directora me reta.

La zona es desolada. Nada más que un trecho del camino, cruzar la ruta rápido, bordear el descampado, pero los ojos de rapiña del viejo. Podría asesinarme y tirarme entre los yuyos y nadie se enteraría.

Sobre los pastizales, al costado de la ruta, rondan los caranchos buscando los animales muertos.

Hoy no tengo Educación Artística pero traje la tijera. Como siempre, además de mí, nadie más que el viejo, mirándome. Me acerco. Un carancho se asusta y vuela agitando fuerte las alas. El viejo es un ave rapaz.

Mañana cuando pase, ya no estará el viejo en la silla. No estarán más sus ojos filosos. No quedará ni rastro de ellos entre los pastizales. Los caranchos los habrán devorado de un solo y brusco bocado.     

     

06 febrero 2016

ENTREVISTA AL POETA OSVALDO BOSSI

"Yo soy de los que creen que con la poesía aprendemos a ser mejor gente. Creo en esa condición humanística de la poesía".

 
 

Buenos Aires, 20 de enero de 2016

Por Lucila Lastero


¿Por qué escribís?


Supongo que para trascender el mundo cotidiano, el mundo real. Para no quedarme atrapado en la realidad, para encontrar otras maneras de estar en la realidad. La primera vez que leí un poema, sentí que algo raro pasaba, algo extraño, y que esa música y esas palabras, de alguna forma me alejaban del mundo.  Y después podía volver, pero tener una llave, una puerta para salir de la realidad, de eso que puede ser agobiante, siempre es como muy tranquilizador. Desde chico descubrí, cuando leí ese poema, dije “yo quiero hacerlo”, quiero tener la llave para escaparme del mundo y para después volver al mundo de otra manera. Si no, pienso que es alienante, estar metido todo el tiempo en la misma realidad.

Vos decís que para escribir hay una locura necesaria. ¿Podés ampliar esa idea?


Porque nadie en frío, en estado de cordura, se dedicaría a escribir versos. Los versos surgen cuando algo nos conmueve, algo sale del límite de lo comprensivo y nos coloca en otro lugar. Entonces nos enamoramos, necesitamos escribir versos; alguien nos abandona, también; vemos un paisaje que nos conmueve… siempre es como la respuesta a una emoción determinada. No es algo intelectual, la poesía. Surge de ahí. Allen Ginsberg dice que el poema es una exhalación articulada. Por ejemplo yo veo un atardecer y digo “Ah, qué atardecer…”, “qué hermosura…” Pero eso no es un poema. A ese “Ah” del que habla Ginsberg después vos lo tenés que desarrollar en el poema, tenés que darle versos e imágenes. Es la primera reacción ante un hecho determinado, y en estado de frialdad nadie escribe versos.

A mí me gusta pensar así porque esa temperatura te hace ver las cosas de otra manera. Puede ser temperatura o embriaguez, como un estado de embriaguez que te hace confundir a veces el ahora con el ayer, el hoy con el mañana…. Si no, todo está muy encasillado: Hoy es hoy, ayer fue ayer, vos sos vos, yo soy yo. En la poesía todo eso se mezcla, los límites se confunden un poco.

¿Vos en qué etapa de tu vida comenzaste a escribir?


En la adolescencia. Casi inmediatamente después de haber leído este poema, que me parece que era un poema de Gabriela Mistral. Inmediatamente comencé a intentar imitar, volver a producir eso que había leído. Tenía 15, 16 años. Comencé a leer también buena poesía, mala poesía… como una cosa muy autodidacta, y solo fui armando mi propio gusto. Con el tiempo habré conocido algunos amigos que me acompañaron, pero siempre que recuerdo, está ahí la escritura, y sobre todo la escritura de poesía.   

La institución escolar, ¿tuvo algo que ver con tu gusto por la lectura y con tu afición por la escritura?

Recuerdo una anécdota de la primaria, cuando tenía 9 años. Era una tarde  de lluvia, -los días de lluvia generalmente no va casi nadie a la escuela, así que éramos tres o cuatro -, y la maestra nos dio para hacer una composición tema libre, y yo me acuerdo que escribí. Escribí algo y se lo mostré. Y fue el primer 10 (diez) que me saqué. El texto estaba lleno de marcas, de errores de ortografía. Pero igual la maestra me dijo “por hoy, no le vamos a dar importancia a eso; escribiste algo muy hermoso”. Yo nunca me olvidé. No me olvidé de lo que sentí aquella vez y que podía volver a hacerlo. Creo que ella fue una maestra muy inteligente al haber percibido que había algo como creativo ahí, y el resto, con el tiempo, ya lo iba a aprender, que no era lo más importante.

¿Cómo escribís? ¿Tenés algún ritual de escritura? ¿Alguna hora precisa, algún lugar preciso?


Yo trato de tener siempre un estado como de predisposición para la escritura. Rilke en Cartas a un joven poeta, dice que, si te vas a dedicar a la poesía, tenés que armar las condiciones para que la poesía se produzca. Yo creo que armé las condiciones, porque tengo casi todas las mañanas libres, y a mí me gusta mucho escribir de mañana. Así que el solo hecho de despertarme y saber que, si quiero, puedo escribir un poema, o por lo menos tengo el tiempo, eso me hace muy feliz. Entonces leo, escribo algo, no siempre surge un poema. En realidad los poemas que yo escribo surgen en períodos. Hay períodos en que doy con algo y no paro de escribir uno detrás del otro, generalmente después caigo en una especie de sequía, que puede durar meses, y ahí estoy otra vez leyendo, preparándome un mate, volviendo a preparar las condiciones hasta que algo vuelve a pasar. Me parece que es eso: armar las condiciones para la escritura y siempre hay algo de misterio ahí, si no, uno escribiría todos los días, y uno no puede escribir todos los días. No puede reproducir esa magia a voluntad, pero puede intentarlo. Hay que intentar, intentar, y un día algo vuelve a pasar.

¿Qué poetas te marcaron?


Tengo una gran admiración, un gran agradecimiento hacia los poetas. Son mis amigos. Son los que me orientaron, me abrieron una mirada sobre el mundo.

Leo a Borges desde muy joven, desde los 14, 15 años, sin ninguna preparación, pero desde que abrí “Fervor de Buenos Aires” y leí los primeros versos, algo me pasó. Después quizás lo pude leer a Borges desde otro lugar. Pero yo sentía que estaba ante un maestro cuando pasó eso.

Después me gustó mucho Gabriela Mistral, también me gustaba mucho Machado, poetas latinoamericanos. Y después fui armando mi propio gusto y conociendo a poetas contemporáneos como Pizarnik, por ejemplo.

Me gustan mucho los poetas italianos, como Sandro Penna, Pavese, Umberto Saba, Alda Merini, son poetas que leo y admiro con una gran devoción.

Me gusta mucho Allen Ginsberg. Me parece que nadie amó tanto el mundo como él, y trató de reunir todos los elementos del universo, como si todo fuera una música, como si nada fuera mejor o peor, nada que no fuera sagrado, todo lo era. Me conmueve mucho la mirada de Ginsberg. Aprendo todo el tiempo de los poetas.

Y ahora,  ¿qué estás leyendo?


Ahora estoy leyendo algo de narrativa, porque estoy trabajando en un libro de cuentos. Un libro de cuentos que vuelve a abordar el tema de la infancia y de la ciencia ficción. Así que estoy leyendo autores de ciencia ficción, y entre ellos, al maestro de todos, que es Bradbury.

Cuando yo era chico, a principios de los años 70, el viaje a la luna, el viaje en el tiempo, las computadoras, eran cosas que recién estaban comenzando a surgir y todos teníamos enormes fantasías con eso. Entonces yo vuelvo a esa época en los cuentos.

Cada cuento es el relato de un amigo mío de infancia que había descubierto algo muy singular. Son todos cuentos fantásticos. Y ahí está otra vez la idea de la ciencia ficción en estos niños para escaparse de una realidad hostil. Si alguien puede construir la máquina del tiempo, está a salvo. Si alguien puede escribir un poema, que es la máquina del tiempo, también está a salvo, porque puede de alguna manera detenerlo y eternizar algo que de otra forma se perdería. La poesía también es una forma de ciencia ficción.

En tus poemas aparecen mucho los personajes de series infantiles. ¿Qué sentidos tienen estos personajes?  


En esa época no leía libros, veía mucha televisión. Se ve que esas historias me quedaron muy grabadas, como la historia del Coyote, la historia de Astroboy… Entonces cuando tuve que volver, y escribí las novelas o los poemas, aparecieron estos personajes. En la novela Adoro, por ejemplo, el chico partenaire del narrador, tiene todos los pelos en punta, como los personajes de dibujos animados orientales, y lo llamé Astroboy.

Es como volver a un estado de inocencia, y además trabajar con los recursos que a uno le son propios. Yo vengo de una familia muy humilde, nadie escribía, nadie leía, entonces mi biblioteca era la pantalla de televisión, yo no puedo armar otra cosa. Lo que a mí me conmovía era ver a esos personajes, a Batman y a Robin. Me dieron una capacidad de ficcionar tan grande, que creo que me perdí ahí, creo que encuentro mucha belleza en ellos.

Hasta el día de hoy, en los post que escribo en Facebook, generalmente el poeta es Batman. Batman está en la Baticueva y se pone a reflexionar sobre un poema que escribió, sobre el oficio, y le da sus consejos a Robin. A mí me divierte mucho porque hay humor y me permite quitarle solemnidad al hecho literario, y volver a ese lugar de inocencia. Para mí no se necesita ser un erudito para escribir poesía, sino tener oído para las palabras y una sensibilidad especial para el mundo. Después, lo demás, se aprende con lecturas, conociendo a amigos que escriben, pero si se pierde eso, se pierde todo.

Hace poco di un taller en Corrientes y la mayoría eran personas jóvenes pero pasaban los 20, 30 años. Y de golpe había tres chicos de 16, 17 y 18 años que trajeron sus poemas. Y los que eran más grandes creían que a esos chicos les faltaba mucho para estar en ese taller. Y para mí esos chicos nos estaban dando una lección de inocencia por la manera en que abordaban la poesía y que algunos de los otros, por ser demasiado técnicos, habían perdido. Ahí me acordé de Violeta Parra y de “Volver a los 17”. Me parece que un poeta siempre tiene que volver a sentir profundo, como un niño frente a Dios, que es la única forma de escribir poesía: “volver a los 17, después de vivir un siglo…”. No importa todo lo que hayas vivido y por todo lo que hayas pasado; en el momento de escribir un poema, es necesario volver a ese estado de inocencia y de fe en las palabras y en el mundo.

Vos tenés muchos seguidores, sobre todo poetas jóvenes. ¿A qué creés que se debe eso?


No sé. Yo siempre fui una persona muy tímida y muy solitaria, pero gracias a la poesía me pude acercar a otra gente. Como doy talleres de poesía, ahí puedo poner un poco en juego todo lo que pienso, todo lo que me parece que es la poesía.

Lo que me gusta de la gente que viene a mi taller es que es gente que está buscando su escritura. Y como yo estoy siempre en ese lugar de búsqueda, se produce una empatía. Y estoy ahí para alentar, para acompañar, para ver cómo van encontrando su escritura.

Yo soy de los que creen que con la poesía aprendemos a ser mejor gente. Creo en esa condición humanística de la poesía. Aunque sean poemas oscuros, el poeta le está dando a esa oscuridad una forma, un sentido, y eso te permite de algún modo reelaborar algo que puede ser una experiencia triste. Cada poeta nos enseña a comprender un poco más por qué estamos acá, para qué. Sobre todo esta idea de la finitud, la idea de que es un relámpago esto, y que algún sentido tiene que tener.  

Un amigo dice que sin amor no se puede escribir poesía. Sin amor tampoco se puede dar un taller de poesía. Supongo que generaré algo así como afectuoso o alegre entre la gente, que hace ver a la poesía no como un lugar de competencia sino como una experiencia vital.

Pero de verdad hay mucha alegría, yo la paso muy bien, y me gusta generar otras cosas, como un ciclo de lectura, donde se pueda conocer a otros poetas, ir a tomar algo, ir a comer. Estamos tan solos en el mundo a veces, tan perdidos, que es bueno encontrar personas y lugares en los que uno mínimamente no se sienta tan desolado.

¿Cuál es tu experiencia con los talleres literarios? ¿Hace cuánto que dictás talleres?


Hace mucho tiempo, 15 años o un poco más. Me parece que yo era maestro antes de saber nada. Cualquier cosa que yo leía o aprendía, enseguida se la enseñaba a mis compañeros de colegio o a mis amigos. Enseguida armaba un aula. Creo que es una vocación, una capacidad de empatía, de ubicarse en el lugar del otro. Tengo una voluntad didáctica muy fuerte y una fe en eso. Creo que uno puede aprender mucho y, sobre todo, librarse de un montón de ideas que solo te ayudan a no escribir. Y es creer que la literatura es la cosa más difícil del mundo. Lo es; es difícil. Pero en realidad hay que tener confianza en uno. Yo trato de transmitir esa confianza en los talleres, y ese amor por la poesía, sobre todo. Cada vez que veo un poeta, trato de transmitir mi deslumbramiento. Creo que es la única forma de enseñar.        

11 enero 2016

Nuevas escrituras argentinas


Panorama Interzona. Narrativas emergentes de la Argentina, de Elsa Drucaroff (comp.) Buenos Aires: Interzona Editora, 2012. 310 páginas.

Lucila Rosario Lastero


 


En los últimos tiempos han surgido, en el espacio nacional, escrituras cuyos autores rondan entre los 20 y 40 años y cuyas características estilísticas y temáticas son novedosas y, en algunos casos, transgresoras. Sin llegar a conformar un núcleo en el que se identifiquen verdaderos rasgos de semejanza, se puede observar en estas producciones, sin embargo, algunas herencias predominantes, que actúan a la manera de ideosemas, en términos de Cros.    

Elsa Drucaroff ha reunido un grupo de textos que responden a estas características y, estableciendo continuidad con su anterior publicación Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura,  ha producido un “panorama”, como ella misma lo define desde el título, de creaciones emergentes.  La editorial propulsora de la idea es Interzona, proyecto de reciente aparición, y cuya intención es difundir literatura nueva e impulsar talentos antes ocultos. 

La selección incurre en la prevalencia de escritores de Buenos Aires, tanto de la Capital como de la provincia. En sus biografías, se menciona que algunos llegaron de otros países a integrarse a la vida bonaerense. Se suman a ellos un escritor de Córdoba, uno de Mendoza, uno de Santa Cruz y dos de Chaco. La exacerbada presencia de autores de Buenos Aires quizás deje latente el deseo de que aquella mirada panorámica se hubiera extendido un poco más allá y hubiera alcanzado a otros autores de provincias.     

La pregunta que sirve de eje a la selección es ¿qué escriben los jóvenes “después de”? Ese “después de” se detiene básicamente en dos hechos fundamentales de la historia argentina: la dictadura y la crisis del 2001. La autora explica, desde el prólogo, que la búsqueda fue hecha considerando a autores nuevos, poco conocidos, que ya comienzan a sobresalir pero que tienen pocas o ninguna publicación. También precisa, en su introducción, lo que entiende por  “narrativas” y postula el sentido amplio de la narratividad. En efecto, si bien en la selección predominan los textos narrativos, también hay poesía, teatro y crítica, y cada uno de ellos presenta interesantes variaciones a los géneros tradicionales.

Panorama Interzona se divide en bloques precedidos por un título y una breve explicación de la temática conductora de los textos agrupados en cada segmento. Los títulos son fragmentos de canciones de rock nacional -música tradicionalmente asociada con los jóvenes, con la ciudad y con la política del país- que sugieren diversos planteamientos. “Divina TV Führer”, “Jóvenes lobos quemándose de amor”, “Cuando la mentira es la verdad” y “¿Qué escribe en mi pared la tribu de mi calle?” son algunas de las frases que sirven de bisagra a las diferentes series de textos y en los que se destaca la presencia de Los Redonditos de Ricota junto a, por ejemplo, Divididos, Bersuit Vergarabat, Luis Alberto Spinetta. El rock como expresión de la cultura juvenil y urbana se fusiona entonces con la literatura para dar pie a ficciones que hablan desde una mirada crítica y abordan la violencia, los medios masivos, el sexo, el exterminio, entre otros. Estas temáticas recurrentes y resignificadas, que podríamos identificar como ideosemas, son denominados, ya en Los prisioneros de la torre, “manchas temáticas” por Drucaroff.

Entre estas narrativas emergentes transgénicas se destaca por ejemplo el texto de Bruno Petroni que, en clave de ciencia ficción, se refiere al morbo promovido por los medios masivos de comunicación con respecto a los cadáveres que aparecen en la ciudad. Otro interesante análisis de los medios masivos se despliega en “El casting”, de Sebastián Kirszner, dramaturgo considerado como uno de los más importantes de su generación y ponderado por Jorge Dubatti.  Hay textos que se detienen en las ausencias familiares, como “Conversaciones”, de Azucena Galettini. Autores como Hugo Salas y Eva del Rosario escarban en los secretos de la sexualidad y de las relaciones homosexuales, hasta el punto de revelar la perversidad que ronda en torno al sexo y sus expresiones. Entre las escrituras que incursionan en imágenes escatológicas, nos encontramos con “Estaba meando”, de Federico Torres, poesía provocadora que, además de transgredir la estética propia del texto poético, incluye a Jesús como personaje, desmitificando completamente la figura religiosa. Otra poesía desacralizadora es “El gaucho Martín Fierro”, de Oscar Fariña, que revive en clave de lenguaje de la villa el clásico de José Hernández.  “Rodeo. Monólogo en tres actos”, de Agustina Gatto, es una obra de teatro que le otorga la voz a un gaucho nostálgico de tierra extranjera. En “Casa Choff, la lluvia del invierno”, de Susana Campos, aparece el discurso sobre los montoneros y sobre sus estrategias de ocultamiento y preservación en la época de la dictadura. “Locutorio”, de Daniela Allerbon reúne en un mismo escenario urbano,  el de las cabinas telefónicas, voces que dan cuenta de dos conflictos alienantes: la inmigración y la desocupación. Como en esta selección no faltan tampoco los textos críticos, Sebastián Hernaiz en “Sobre lo nuevo: a cinco años del 19 y 20 de diciembre” analiza el fenómeno de la literatura post 19 y 20 de diciembre y Sol Echeverría se refiere a los textos publicados a partir de los 90 que discuten con el realismo, otorgándole la impronta metatextual al panorama.  El apartado “Cuando la mentira es la verdad. Narrativas del saber” incluye escritos que cuestionan el lugar de la teoría y la crítica en el análisis de la cultura.   

Panorama Interzona es una apuesta a pensar cuáles son las nuevas escrituras que están surgiendo en Argentina, a partir de un trayecto de lectura que aborda diversos estilos y núcleos temáticos. Sin duda, este panorama, este punto de vista desde una ventana, deberá volver a enfocarse dentro de algunos años, para detectar qué cosas de ese paisaje quedaron, qué cosas siguen brillando -o brillan mejor aún- bajo el sol de la literatura argentina.     

10 enero 2016

Fantasías infantiles

La niña cree en el amigo imaginario, en el Ángel de la Guarda y en el duende del árbol, pero no cree para nada en Papá Noel ni en los Reyes Magos. Sabe que ellos no existen y que sí existen, en cambio, las cuentas que sus papás tienen que pagar. Sabe que tendrá un solo regalo chiquito. Que tendrá regalo, por suerte, y que no puede pedir nada más porque no se puede. 

Papá Noel y los Reyes Magos son un invento más de la gente. Por suerte, sí existen papá y mamá y sus sueños de construir la casa propia.

La magia no se acabará por más que los Magos y los Noeles no existan. Ya habrá tiempo para otras fantasías y también para otras desilusiones.   

14 septiembre 2015

BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente), desde la óptica de Matías Orta

MATÍAS ORTA, crítico de cine y director general del sitio A SALA LLENA, habla acerca del festival.

Foto: Matías Orta

Si tuvieras que explicar de qué se trata el festival a alguien que escucha la palabra BAFICI por primera vez, ¿qué dirías?

BAFICI es Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Si bien desde el comienzo puso énfasis en producciones cinematográficas que le hacen honor al nombre, con los años el festival fue incorporando películas que cuentan con respaldo económico (sobre todo, las internacionales, algunas en carácter de preestreno), aunque conservando la esencia del principio. Por supuesto, qué es realmente el cine independiente es un tema que se sigue prestando a debates.

¿Conocés algo de la historia del festival? ¿En qué año surge? ¿En qué contexto político surge?

El festival comenzó en 1999, durante los primeros meses de la Alianza en el poder. Pero, sobre todo, apareció en una época donde el cine independiente argentino venía de cobrar un impulso decisivo gracias a films como Pizza, Birra y Faso, Mundo Grúa y, unos años atrás, Rapado. Películas hechas con pocos recursos por una joven generación que venía de formarse en escuelas de cine (furor durante aquellos tiempos), que le cambiaron la cara a un cine nacional necesitado de una renovación urgente. Así que podemos decir que surgió en un momento de cambios políticos, sociales y culturales.

Según tus conocimientos sobre el tema: ¿Cuáles son las principales estrategias de inserción y de sustentación en el BAFICI? Es decir, ¿cómo se promueve?, ¿cómo se financia?, ¿qué lugar tiene la prensa y los medios de comunicación masivos en el festival?

El festival cuenta con apoyo del Gobierno de la Ciudad y tiene una gran cantidad de sponsors de diversas clases. El nivel de difusión que tiene es importante; hasta cuenta con afiches en distintos puntos de Capital Federal, ya que que se desarrolla en cines de esa zona. Por supuesto, internet y las redes sociales se volvieron cruciales para maximizar su alcance.

¿Qué importancia considerás que tiene este festival dentro del campo cultural en el que se inserta?

El festival se consolidó como uno de los ámbitos culturales más importantes de Buenos Aires, del país y del mundo. Es una estupenda oportunidad para ver películas que, en muchos casos, no logran tener estreno comercial en las salas argentinas, y de presenciar los primeros pasos de películas que inician un recorrido festivalero. Las largas colas y las cifras de recaudaciones son una buena muestra de que es un éxito muy convocante. Por otra parte, como todo festival, permite que cinéfilos y cineastas se reencuentren o se conozcan, y no pocos proyectos nacen en contextos de estas características.

¿Qué podés contarnos con respecto a tu experiencia personal en torno a este festival?

Mi experiencia siempre fue positiva. Comenzó en el ’99, como espectador, y en los últimos años fui convocado para escribir en el Sin Aliento (el diario del festival) y hasta para presentar películas. Puedo cubrirlo para  A Sala Llena, junto a mis colegas, escribiendo crónicas, críticas y realizando entrevistas a cineastas argentinos y del exterior. Los festivales de cine son un mundo aparte, una dimensión paralela (el cine, desde ya, es así), y el Bafici tiene un lugar especial en mi carrera y en mi vida. Ojalá siga de esa manera. 

 

Foto: Matías Orta

 

 

 

04 septiembre 2015

Novela EVA PERÓN, ALUMNA DE NERVO, de Liliana Bellone


El lunes 26 de julio de 2010, a las 20 horas, se presentó en la Casa de la Cultura de Salta la novela EVA PERÓN, ALUMNA DE NERVO, de la consagrada escritora salteña Liliana Bellone. En esa oportunidad, Susana Quiroga y yo fuimos las encargadas de decir unas palabras sobre la obra.
En el año 2014, la novela se tradujo al italiano, transformándose así en la primera novela salteña traducida y publicada en Italia, bajo el nombre EVA PERÓN, ALLIEVA DI NERVO.
Aquí, lo dije sobre la novela en aquella oportunidad de la primera presentación.    

 

 

Unas palabras para la presentación del libro EVA PERÓN, ALUMNA DE NERVO,

de Liliana Bellone

 

                                                                                                por LUCILA LASTERO





¿Cómo narrar la historia nacional desde las posibilidades de la ficción? Y ¿cómo narrar en torno a un emblema, un símbolo, como lo fue Eva Perón? 


La novela de Liliana Bellone nos invita, desde el título, a inmiscuirnos, como espías de la historia y, a la vez, como los lectores más autorizados, en el mundo de uno de los personajes de mayor significación en nuestro pasado como argentinos. 


Es sabido que el ser humano siempre tuvo interés por la historia, ya que en ella ve las raíces que lo vinculan con su presente y le permiten proyectarse hacia un futuro. Se ha dicho también que, el elemento histórico se conjugó con la imaginación desde lejanos tiempos en la literatura latinoamericana, y ya desde las Crónicas de Indias. 


Desde siempre, hubo también interés por los relatos, desde los relatos ficcionales contados alrededor del fuego, las fábulas, los mitos, hasta los relatos actuales que nos llegan en forma de páginas web, el cine, la televisión o el clásico libro. La teórica Diana Battaglia afirma que de todos los tipos de discursos, el relato se distingue, justamente, por el uso privilegiado que hace de la función referencial, por el poder que tiene de hacer surgir, más allá de los signos, un universo de seres, objetos y acciones. Con los relatos nos conmovemos, nos identificamos, reflexionamos. 


Liliana Bellone nos ofrece en esta novela, una trama en la que relato e historia se entretejen para dar nacimiento a una producción en la que la ficción nos habla con los rostros de la historia. 


En la primera página, ya en una “advertencia al lector”, la autora nos da la bienvenida anticipando que la trama es reconstruida a partir de otras tramas, los relatos narrados anteriormente por un poeta de nombre Joaquín de Genaro, y alertándonos, además, acerca de considerar ese frágil hilo que separa la ficción de la realidad: “En varios de nuestros encuentros, De Genaro me sorprendió con una extraña historia acerca de Eva Perón, a quien había conocido, una historia que, hasta hoy, no sé si corresponde a la realidad o fue producto de su afiebrada imaginación". Es un texto que nos lleva a reflexionar sobre los avatares de la realidad y la ficción, y sobre la metaficción y las formas del llamado “texto dentro del texto”, ya que por momentos asistimos, desde la propia estructura de la novela, al relato del mismísimo Joaquín, que nos habla sobre el proceso de creación de un texto sobre Eva, que será a su vez escritura de otras escrituras, logrando el efecto de las reescrituras múltiples e infinitas. 


Esta estrategia, la de los lazos intertextuales, la de vincular un texto con un antecedente que funciona como soporte, que nos recuerda a Borges y a sus constantes recurrencias a textos apócrifos, nos conduce a pensar, además, en la historia más allá de la historia, nos lleva a difuminar las huellas entre historia y ficción para disfrutar de un relato conmovedor. Porque esta ficción, además de tomar huellas históricas, tiene la particularidad de anclar en un personaje determinante de la historia argentina: Eva Duarte de Perón, sobre quien la historia oficial ha construido anteriormente un universo discursivo de vastas magnitudes. 


La pregunta ronda en torno a la historia narrada: ¿Quién fue Eva Perón? Además de ser una figura clave para la Argentina, además de su fama como “abanderada de los humildes”, ¿era Eva una joven de ademanes burdos y poco interés intelectual?, ¿o era en cambio una mujer ilustrada, amante de la poesía y además, comprometida con la causa peronista por poseer bases políticas, cognitivas y artísticas sólidas? La novela de Bellone nos invita a desandar el camino marcado por el hilo de Ariadna que nos conduce a esta segunda posibilidad, a la de lograr ver a la Eva interesada en los mecanismos más sublimes de la palabra, en la poesía, como forma de pensamiento y de vida. En este texto, la Eva conductora de multitudes, sigue a su vez los pasos del universo poético de Nervo, y se deja llevar por la palabra, que actuará como fundamento espiritual y cognitivo de sus acciones. Pensar en el amor por la poesía en una dirigente política tan temperamental, nos llevaría a justificar lo que afirmaba Platón, cuando decía que sólo los espíritus interesados en el arte podían ser efectivos dirigentes de un Estado. 


Liliana Bellone, férrea lectora de Borges, ahonda en el pensamiento de este autor argentino por medio de los fragmentos de la novela referentes a la imposibilidad de averiguar la verdad histórica, el carácter cíclico e imprevisible de la historia. 


Fiel a su propio estilo narrativo, el que pudimos admirar en otras novelas como Fragmentos de siglo o Augustus, Bellone nos lleva a escuchar los susurros y gritos de múltiples voces, como las voces de Evita, reflexionando sobre su historia familiar y su futuro, la de Perón, llamando “Chinita” a Eva, la de Joaquín de Genaro lamentando a su amor imposible, la de Elisa Duarte recordando a su hermana, la de Juana Ibarguren rememorando a su hija. Y entre ellos, aparece también la voz, por supuesto, de una de las protagonistas principales de la novela: la poesía. La poesía de Nervo, pero también la de Rubén Darío, la de Santos Vega, la de tantos otros poetas de la literatura universal. 


Esta novela es un verdadero palimpsesto de autores y lecturas, pero también de géneros, ya que en ella se hace presente el formato de la poesía de autor, de la canción popular, de la obra teatral, del discurso académico propio de la enseñanza escolarizada de la época... 


El teórico White, por ejemplo, es uno de los que afirma que se puede producir un discurso imaginario sobre hechos reales, que no por eso será menos “verdadero” por ser imaginario. 


Para terminar, considero útil recordar las palabras de Hemingway en el prefacio de París era una fiesta: “Si el lector lo prefiere, puede considerar este libro como una obra de ficción. Siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción deje caer alguna luz sobre las cosas que antes fueron narradas como hechos”. 


Seguramente el lector de Eva Perón, alumna de Nervo, advertirá, durante el proceso de lectura, la fuerza de esa luz que cae sobre los hechos del pasado con el fin de reinterpretarlos. Y podrá ver, además, esa luz del escenario por el que caminará nuevamente Eva Perón, quien, a través de su actuación en esta lograda novela, seguramente será la actriz principal y la más aplaudida, otra vez, en los escenarios de nuestra literatura y de nuestra historia.